Por: Marcelo Caruso Azcárate*
Poco me agrada realizar columnas personalizadas, pero aquellas que nacen del corazón más que de la razón, lo requieren, con todo el riesgo que implica el llegar a colocarse por encima de otras personas.
Para los que desde afuera seguimos con mucho respeto el rico proceso boliviano esperando sacar enseñanzas para el proceso colombiano -que han sido muchas desde el primer gobierno de Evo- las noticias que nos llegan de esas tierras no dejan de desconcertarnos. Ya estamos acostumbrados en Colombia a que la derecha intolerante se meta con la compañera del presidente, con sus hermanos e hijos, con una carga de morbosidad que fabrica la noticia a partir de cualquier hecho intrascendente. Pero no habíamos conocido en estos más 20 años de gobierno progresistas y de izquierda, una seguidilla de ataques públicos entre partidarios de expresidentes y presidentes de un mismo partido de izquierda, que se acercan a un escenario de crónicas amarillas.
Podemos entender que las familias de quienes llegan a tan altas responsabilidades no siempre comprenden la trascendencia que éste ha adquirido para la historia del país; alguien que hasta ayer era un padre, un hermano, un compañero con sus cualidades y defectos conocidos propios de todo ser humano. Puedo recordar como buscaron desestabilizar a Chávez a través de lo malo – nunca lo bueno- que supuestamente hacían sus familiares. Pero aprovechar esas debilidades como también sus fortalezas, que siempre las hay, para definir conflictos entre compañeros que deberían tomar el camino del diálogo político sujeto a las consultas con las bases, no es algo propio de quienes luchamos por una nueva ética solidaria y transformadora en la política.
El peligro de estos debates personalizados es que nos alejan del verdadero contenido que los motiva, y generan heridas mucho más profundas que cualquier diferencia política, sea táctica o estratégica, como también de seguro existen. Peligro que se agiganta cuando el debate es aprovechado por la derecha excluida del gobierno -lo cual es obvio que lo harán- para debilitar el proceso transformador y preparar un regreso triunfante, en el cual ambas partes hoy enfrentadas serán maltratadas, como ya lo hicieron después del golpe de Estado.
Entre las clases dominantes estos debates se realizan en casa, pues el silencio es un pacto de clase ya que casi todos tienen trapitos sucios, conocidos, que no sacan al sol. Pero es realmente doloroso que en procesos políticos que tantas vidas han costado y tantos avances han logrado, las diferencias se lleven a un nivel de intolerancia y hasta bajeza, con el que ambas partes terminan derrotadas y alejadas de quienes creyeron en ellos.
Si se parte de que nosotros somos los buenos y los demás los malos, maniqueísmo usado siempre por la oligarquía, vamos camino a un precipicio en el cual no hay vencedores. Cuando consideramos que el compañero de ayer con quien nos jugábamos juntos la vida, se convierte en un traidor de la causa común, cosa que puede suceder, la forma de abordar esa disputa es regresar a los principios que nos han unido y analizar junto con los demás compañeros de lucha en qué se ha desviado unos u otros. Y hacerlo en un debate público, humilde, fraterno, sintiendo no sólo la perdida de alguien con el cual hemos compartido muchas batallas, sino entendiendo que el único ganador será el contradictor común que se frota las manos con satisfacción frente a este deplorable y doloroso escenario.
En México logramos junto con dirigentes del Partido del Trabajo hablar con el compañero Evo sobre estos temas y encontramos entonces una disposición al diálogo, y lo mismo hemos escuchado de otros implicados del lado del gobierno. Puede que hoy eso ya se considere un imposible, pero no quisiera estar allí para tener que tomar partido, ya que, el que seguro asumiría sería la unidad del partido y la defensa del gobierno del presidente Arce. No hay uno sin el otro.
*Colombo-argentino, profesor universitario de postgrados en Colombia, consultor en derechos humanos y en el derecho a la participación. Autor de varios libros sobre esos temas. Parte de su obra la firmó como Fermín González Ch. Es analista en temas de política local e internacional.